En
mi país, Venezuela, tenemos muchas tradiciones bonitas en diciembre; el 24, las
familias se reúnen, cenan juntos y se reparten obsequios entre todos los miembros.
Este día es especialmente significativo para los niños pues a medianoche,
cuando nace el Niño Jesús, ellos salen corriendo hasta el pesebre, donde les
espera un regalo traído por Él. Aún recuerdo cuando yo lo hacía, como me dormía
temprano pues no alcanzaba a esperar al Niño Jesús, entonces el 25 me paraba
tempranito a buscar el regalo que Él me había traído….son gratos recuerdos. Doy
gracias Dios porque mis padres tuvieron la oportunidad de compararme presentes
para ese día, aunque humildes, siempre eran los mejores para mí.
Lamentablemente,
esta no es la realidad de todas las familias, muchos padres hacen un esfuerzo
sobrehumano para comprarles algo a sus hijos, otros simplemente no pueden y
muchos niños no tienen la oportunidad de recibir un obsequio. Por esa razón, un
grupo de amigos y yo, hacemos una campaña durante todo el mes, en la cual
pedimos juguetes a la gente y salimos el 24 durante todo el día a repartirlos entre
los niños de bajos recursos que viven en mi comunidad. La sonrisa de los niños
y su alegría es nuestro único pago y para mí, es el mejor pago que recibo
durante todo el año.
Siempre
he pensado que somos tan indiferentes al dolor ajeno, muchas veces sufrimos por
tonterías y no miramos el calvario por el que nuestros hermanos pasan. Con
estas palabras quiero recordarles que es necesario ver un poco más allá de
nuestro entorno para darnos cuenta de que nuestros problemas no son nada en comparación
con el de otras personas. Por eso, cada vez que estés triste o pases por una
situación difícil, ofrécela a Dios por toda esa gente que sufre en el mundo
entero. Si así lo hicieres, te sentirás mucho mejor y nuevas fuerzas tendrás
para levantarte.
Servir
a los demás es el mejor gesto de amor que podemos hacer. Escuchar a un amigo
que tiene algún problema, darle un consejo a una persona que no sabe qué hacer,
regalar una palabra de aliento a alguien que está pasando por momentos
difíciles, ayudar a un abuelito a cruzar la calle, regalarle comida a un
indigente, hacer reír a alguien que está triste… estas y otras cosas más, aunque
parezcan insignificantes, son un gran servicio.
Hoy
les invito a que aprovechen cada oportunidad que tengan para ayudar a alguien. No
esperes nada a cambio de esa persona, porque la recompensa viene del cielo y la
sentirás en forma de paz y alegría dentro de ti. Puedes unirte a un grupo que
se dedique a alguna labor social, ser colaboradora en alguna institución de
ayuda o simplemente hacerlo por tu cuenta todos los días, en el lugar donde te
encuentres y por donde camines. Te aseguro que es el trabajo más gratificante
que hay. Cada vez más, el mundo necesita de esa sensibilidad, amor y entrega que es característico de las
mujeres. ¡Anímate!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario